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Juan Prim y Prats, nació en Reus el 12 de diciembre de 1814, fue un militar y político liberal español del siglo XIX que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros de España. En su vida militar participó en la Primera Guerra Carlista y en la Guerra de África, donde mostró relevantes dotes de mando y valor. Tras la Revolución de 1868 se convirtió en uno de los hombres más influyentes en la España del momento, patrocinando la entronización de la Casa de Saboya en la persona de Amadeo I.

Murió asesinado poco después. Con este nuevo estudio del cadáver momificado se ha desvelado que el general Prim falleció tres días antes de lo que se creía hasta ahora por estrangulamiento, datando el fallecimiento el 27 de diciembre de 1870. Ahora después de 142 años conocemos cómo murió realmente. Expertos de la Universidad Camilo José Cela, que han estudiado el cuerpo embalsado:

«Hemos resuelto un crimen del siglo XIX con los avances tecnológicos del siglo XXI», se lee en las conclusiones de la Comisión Prim de Investigación.

Texto: Mari Mar Robledo, doctora en Medicina Legal y Forense.
Fotografías: Ioannis Koutsourais

El primer contacto que tuvimos con los últimos objetos y los restos cadavéricos del General Juan Prim y Prats, se produjo la mañana del 16 de mayo de 2012, durante la visita organizada por la Comisión Prim al Museo del Ejército, ubicado en el Alcázar de San Juan de Toledo (España). Allí se custodian la berlina en la que viajo por última vez el general Prim y parte de los ropajes, levita, levitón y fajín, que portaba aquella fatídica tarde-noche del martes 27 de diciembre del año 1870 en la que fue asaltado en la madrileña calle del Turco. Gracias al excelente estado en la conservación de estos objetos pudimos extraer varios y muy valiosos datos para nuestra investigación.

El atentado ocurrido el martes 27 de diciembre de 1870, sobre la persona del General Juan Prim y Prats, intervinieron un número indeterminado de personas, que podría ser un grupo de entre seis y doce, todos fuertemente armados. Aparecen súbitamente de entre las sombras y abren fuego con furia contra el interior de la berlina. Se producen por lo menos dos cargas con armas cortas y largas de diferentes calibres. El general Prim resulta herido en el hombro izquierdo, codo izquierdo, espalda y mano derecha. El general, que resultó gravemente herido de estas lesiones ( serán descritas más adelante) pero en la berlina y en los ropajes queda constancia de su magnitud, por la evidencia de las grandes hemorragias que tales lesiones le ocasionaron.

Ropajes de la autopsia del general Prim, fotografía de Ioannis Koutsourais

Nuestro estudio comenzó examinando la berlina, los impactos no restaurados, los proyectiles que se conservan, etc., utilizando entre otras herramientas luz forense, pudiéndose comprobar la existencia y persistencia de manchas que podrían ser compatibles con sangre derramada por las heridas sufridas en el atentado, y que podrían haberse formado por la precipitación de la sangre a través de los ropajes empapados del general.

Tiempo después pudimos comprobar que el cuerpo se encontraba en perfecto estado de conservación para su estudio. Aun estando el cuerpo en el interior de un féretro de plomo que dejaba visible solo el tercio superior del cuerpo, esta parte superior podía observarse perfectamente debido a que el féretro de plomo en el que se encontraba tenía en esa zona una placa vidrio. Al retirar este, y a pesar de los persistentes olores que inundaban la estancia del tanatorio donde nos encontrábamos, pudimos distinguir el característico aroma de un cadáver momificado. En ese momento crucial del estudio, y presentes los responsable de su custodia y las autoridades del municipio, procedimos a examinar, uno de los exámenes fue el tacto del cuerpo del general, primero la parte superior del cuerpo, la expuesta, después se procedió a que la antropóloga forense introdujera la mano en el interior del sarcófago de plomo. Dicha exploración nos permitió profundizar sin proceder a la apertura del sarcófago incluso se pudo llegar hasta la zona de los tobillos, comprobando que los miembros inferiores se encontraban en muy similar grado de conservación que el resto del cuerpo, lo que nos confirmó que el conjunto estaba en perfecto estado para su estudio, ya que presentaba una momificación completa, se tomo la decisión de proceder a la apertura del sarcófago.

El estudio de un cuerpo momificado es competencia de la Antropología Forense, siendo uno de sus objetivos fundamentales establecer, si es posible, la causa de la muerte, ya que en este caso la identificación del sujeto así como la data de la muerte son datos de sobra conocidos y constatados.

Autopsia de la cabeza del general Prim, fotografía de Ioannis Koutsourais

La momificación es un proceso de los denominados Procesos conservadores del cadáver, que se caracteriza por una deshidratación intensa del cuerpo. Para que un cadáver se momifique de manera espontánea influyen diversas circunstancias, como las condiciones ambientales, el sexo del individuo y la causa de la muerte, ya que, por ejemplo, una muerte que ha cursado con grandes hemorragias favorece la momificación. Esta conservación permite el estudio de las lesiones que presenta el cadáver del general Prim, tanto externas como internas a nivel óseo.

Posteriormente se realizó un completo estudio macroscópico, radiológico, y endoscópico. En definitiva, un estudio del cadáver momificado del general Prim utilizando la tecnología más avanzada, lo que nos permitió no solo realizar el estudio externo del cuerpo, sino también el estudio interno mediante técnicas no invasivas para mantener el cuerpo inalterado.

Lo primero que observamos fue que el cadáver no estaba autopsiado, hecho este que contradice a lo dicho en los documentos históricos y oficiales, entre ellos el informe de la autopsia con las firmas de los doctores que lo atestiguan, y que se referencia en los folios 136r –141v del volumen nº 2 del sumario. En dicho informe se especifica que el día 31 de diciembre de 1870 se practica la autopsia del cadáver del Excmo. Sr. D. Juan Prim, se reconoce su hábito exterior y se recurre a la necroscopia para conocer la dirección de las heridas y el daño producido en los tejidos.

La autopsia es un procedimiento médico legal que consta de varias partes, la mayoría de los autores de referencia en la Medicina Legal y Forense diferencian tres etapas o momentos: estudio del lugar de los hechos; estudio externo del cadáver; y estudio interno que implica apertura de cavidades.

Respecto a esto último, aunque en el citado informe de la autopsia no se menciona explícitamente la apertura de cavidades, el término necroscopia según el diccionario de la Real Academia de la Lengua se define como necropsia o autopsia, palabra que proviene del griego y que significa “acción de ver con los propios ojos”. A pesar de que las técnicas de apertura de cavidades han evolucionado a lo largo de la historia, en aquel momento ya era un procedimiento habitual dentro del proceso de la autopsia. Si a esto le añadimos que en el informe de la autopsia se describen lesiones óseas y musculares que no es posible ver salvo directamente o mediante radiología (técnicas que surgen a partir de 1895), queda implícitamente probado que en la documentación se afirma haber realizado la autopsia completa, incluyendo el examen interno del cuerpo, algo que se contradice por completo con el examen realizado por nuestra parte, en el que no se pudo observar señal alguna de apertura de cavidades.

Autopsia del hombro del general Prim, fotografía de Ioannis Koutsourais

Respecto a las lesiones por arma de fuego que presentaba y presenta el cuerpo, su descripción es la siguiente:
Una lesión en el hombro izquierdo con orificio de entrada en la zona delantera del cuerpo y que compromete al hueso en esa zona, producida por un arma de gran calibre, haciendo fuego desde muy cerca y provocando pequeñas quemaduras en el rostro, pero principalmente en el lado izquierdo.

Dos lesiones en el codo izquierdo que se corresponden con orificio de entrada y salida producidas por arma de fuego sin afectación ósea. Estas lesiones probablemente se produjeron estando este brazo separado del tronco en alto. Pese a no tener afectación ósea, esta lesión sangró abundantemente impregnando de sangre la levita y el levitón que llevaba el general en el momento del atentado.

Tres lesiones en la mano derecha de las cuales una de ellas provoca la amputación traumática del dedo anular. En este punto es obligado reseñar que en el informe de la autopsia se hace referencia a que la amputación de dicho dedo fue quirúrgica y sin embargo no se aprecia ningún signo de cura en dicha lesión. La segunda lesión, de gran tamaño, se corresponde con una producida por arma de fuego, con orificio de entrada en la zona palmar, producida a muy corta distancia, mientras que la tercera se corresponde con el orificio de salida a nivel del segundo-tercer metatarsiano. Estas lesiones son compatibles con heridas defensivas ocasionadas, posiblemente, al intentar desviar la trayectoria del cañón de un arma corta, compatible con una pistola de repetición o revolver; algo que sugieren los dos impactos provocados casi en el mismo momento y en la misma acción, a cañón tocante.

Autopsia del general Prim II, fotografía de Ioannis Koutsourais

Una lesión en la parte superior de la espalda a nivel escapular que podría corresponderse con un orificio de salida de una lesión por arma de fuego. A pesar de que sus bordes lineales no parecen indicar esto, en el informe “oficial” de la autopsia se hace referencia a esta lesión como un corte quirúrgico a fin de extraer un proyectil de los alojados en el cuerpo a ese nivel. No obstante, resulta cuanto menos sorprendente que si así hubiera sido no se le hubieran aplicado puntos de sutura.

Respecto a estas lesiones es importante destacar que ninguna de ellas afecta, en principio, a un órgano vital. No obstante, estudiando las ropas que llevaba el general y los restos de sangre que permanecen en el lugar de los hechos, la berlina, es de todo punto evidente que sufrió una pérdida de sangre considerable que hubiera provocado una hipovolemia, que al no ser transfundido constituye una patología grave.

Por otro lado, en la zona supraclavicular izquierda se aprecia un corte quirúrgico lineal y con puntos de sutura que no se corresponden, en principio, con la intervención quirúrgica de una lesión por arma de fuego, ya que en ese caso la incisión no sería tan lineal y sus bordes aparecerían más irregulares, por lo que es más probable que dicha incisión fuera producida durante el proceso de embalsamamiento, el cual se llevó a cabo, según viene reflejado en la documentación, mediante el método de inyección.

Tanto en la lesión del hombro izquierdo como en la de la mano derecha, concretamente la de la palma de la mano, se aprecian unos emplastes que hacen pensar que hubo un intento de cortar las hemorragias en esas zonas, pero no se observa en ninguna otra lesión más cura alguna; ni con puntos, ni con cauterización de las heridas.

Llegados a este punto, es importante resaltar que las lesiones que presenta el cadáver no se corresponden con la documentación oficial y que si a esto le añadimos que existe un informe de una autopsia practicada al general Prim, que en realidad y como pudimos comprobar no se realizó, nos encontramos con hechos objetivos y demostrables que hacen dudar seriamente sobre la veracidad de la documentación oficial que se conserva respecto al Magnicidio del General Prim.

Autopsia de las manos del general Prim, fotografía de Ioannis Koutsourais

Por otro lado, en el examen externo del cadáver nos encontramos un hallazgo sorprendente e inesperado: un surco que parte desde la parte posterior del cuello, presenta continuidad hasta la zona delantera y desde donde parte otro en dirección posterior y ascendente. Estas “marcas”, en principio, son compatibles con las descritas por diferentes autores de la literatura médico legal (Balthazard, Simonín, Concheiro y Suárez-Peñaranda, López Gómez y Gisbert, Di Maio, Verdú) como lesiones externas de un tipo específico de asfixia mecánica: estrangulamiento a lazo o con ligadura.

Manipulaciones del cuerpo

Dada la importancia que representa este hallazgo, era necesario e imprescindible descartar la posibilidad de que dichas marcas se hubieran producido por cualquier otro motivo, como, por ejemplo, presión ejercida por la ropa con la que fue inhumado el General, alguna manipulación durante el proceso de embalsamamiento, etc.
Para ello estudiamos de nuevo el cadáver y profundizando en el estudio de estas marcas, evaluando la posibilidad de que hubieran sido producidas por la ropa.
El estudio realizado en la ropa con la que fue inhumado el general Prim, al igual que los desarrollados anteriormente, fue extremadamente minucioso y nos llevó a la conclusión de que las mencionadas marcas no pudieron ser causadas en modo alguno por las ropas.

Continuando con la investigación hemos descartado, como en algún momento pudo sugerirse, que se trate de marcas producidas durante el proceso del embalsamamiento, proceso este de conservación cadavérica que habiendo evolucionado considerablemente a lo largo de la historia consiste en introducir líquidos conservadores en el interior del cadáver evitando que se produzca la putrefacción cadavérica.

Autopsia del cuello del general Prim, fotografía de Ioannis Koutsourais

Conclusiones
A la vista de todo lo anteriormente expuesto, consideramos que, muy probablemente, desde casi el mismo momento del atentado, el general Juan Prim y Prats debió quedar inconsciente como resultado del shock traumático al que hay que sumar la hipovolemia sufrida por la pérdida de sangre.

Respecto a la gravedad de las lesiones, al no haber afectación de órganos vitales es posible que se le practicasen unas curas a fin de cortar las hemorragias del hombro izquierdo y de la mano derecha. Es importante destacar en este punto que a pesar de la excelente conservación del cadáver, no es posible evaluar si hubo afectación de vasos sanguíneos principales.

Por último, consideramos de extrema importancia la valoración de las marcas que se aprecian en el cuello del cadáver y que descartando que fuesen producidas por las ropas o durante el proceso de embalsamamiento, son compatibles con las lesiones externas características de un estrangulamiento a lazo, siendo esta modalidad de estrangulación mayoritariamente de carácter homicida y cuyo signo externo fundamental es el denominado surco de estrangulación. Respecto a las lesiones internas en este tipo de estrangulamiento, la proporción con la que aparecen hemorragias petequiales, lesiones óseas o cartilaginosas a nivel de la lesión externa son de baja proporción, por lo que la ausencia de ellas no permite descartar este mecanismo de muerte.

Gamero y Lucena, refiriéndose a las lesiones producidas en muertes por estrangulación consideran que “el surco de la estrangulación dejado por la compresión del lazo sobre la piel del cuello, se ha de considerar como la lesión principal y característica de esta variedad de asfixia mecánica”.

Por otro lado, la continuidad que presenta el surco así como la profundidad no son compatibles con los pliegues que de forma generalizada presentan los cuerpos momificados.

En resumen y cerrando definitivamente nuestras conclusiones, no podemos afirmar que el General Juan Prim y Prats muriera estrangulado, fundamentalmente porque, por razones más que obvias, no estábamos presentes en el momento en que tal hecho pudiera producirse, pero sí que estamos en condiciones de afirmar, rigurosa y científicamente, que las marcas que rodean el cuello de su cuerpo momificado son compatibles con el estrangulamiento a lazo habiendo descartado las posibilidades mencionadas con anterioridad.